La Central de Abasto de Poza Rica, uno de los principales centros de distribución alimentaria del noreste del país, quedó prácticamente destruida luego del desbordamiento del río Cazones, ocurrido la madrugada del 10 de octubre. Locatarios y trabajadores aseguran que el 90% de las bodegas y comercios resultaron dañados, con pérdidas que califican de millonarias.
La inundación, que arrasó con vehículos, toneladas de abarrotes y estructuras completas, sorprendió a los comerciantes en plena preparación para la temporada de Día de Muertos y fin de año. “Todo se acabó. Teníamos los almacenes llenos y ahora sólo estamos tirando el lodo y los restos de lo que quedó”, lamentó Sergio Zárate, encargado de una distribuidora de huevo y abarrotes.
Zárate calcula que apenas 2% o 3% de la mercancía podría rescatarse, aunque con riesgo de contaminación. “Los productos perecederos ya se perdieron, y los empaquetados están cubiertos de fango. No hay manera de salvar nada”, explicó mientras supervisaba la limpieza de su local.
El impacto no sólo golpea a los comerciantes locales, sino también a los municipios de la sierra norte y la costa veracruzana, que dependen de la central para el abasto de alimentos. A una semana del desastre, la zona sigue inoperante, y los locatarios enfrentan la incertidumbre sobre la recuperación del espacio, aún cubierto de lodo y escombros.
El episodio evidencia la vulnerabilidad de la infraestructura comercial ante fenómenos naturales, así como la necesidad de fortalecer las medidas de prevención en zonas críticas del estado de Veracruz, donde los efectos de las lluvias y desbordamientos suelen repetirse cada año.
