El centro de Filipinas volvió a estremecerse. La noche del martes 30 de septiembre, un terremoto de magnitud 6.9 sacudió la isla de Cebú y dejó una estela de muerte y destrucción. El Servicio Geológico de Estados Unidos ubicó el epicentro cerca de la ciudad de Bogo, de 90 mil habitantes, y en cuestión de segundos la vida cotidiana se transformó en caos.
Las cifras oficiales más recientes hablan de 69 personas fallecidas y al menos 186 heridas en la zona más afectada. En Bogo, médicos y enfermeras improvisaron camas bajo carpas frente al hospital provincial, mientras familias completas lloraban entre réplicas que no cesaban. Afuera, trabajadores cargaban bolsas negras con cuerpos rumbo a las morgues locales. “Muchos quedaron atrapados bajo los escombros”, explicó Rafaelito Alejandro, de la Oficina de Defensa Civil.
Las historias personales narran el horror. Richard Guion, con el brazo vendado, relató cómo él y su esposa quedaron sepultados bajo los restos de su casa, mientras su hijo sobrevivió porque estaba en la calle. En otra escena, motociclistas abandonaban sus vehículos para aferrarse a los barandales de un puente que se sacudía con violencia. Y en Bantayan, el derrumbe del campanario de un templo encendió el pánico entre los fieles.
La magnitud de la emergencia rebasó a las autoridades. El gobierno provincial pidió voluntarios médicos y rescatistas advirtieron que podría haber más personas atrapadas bajo edificios colapsados. La noche complicó los trabajos
