La tarde del jueves, una densa nube blanca cubrió parte del Circuito Interior a la altura de Río Nilo y sembró el miedo entre automovilistas y peatones. En cuestión de segundos, la escena se volvió caótica: conductores aceleraban para huir del posible estallido y transeúntes buscaban refugio en calles aledañas. Los videos difundidos en redes sociales dieron la impresión de una fuga masiva de gas, lo que reavivó el temor colectivo apenas semanas después de la tragedia en Iztapalapa.
De inmediato, elementos del Heroico Cuerpo de Bomberos acudieron al sitio y desplegaron los protocolos de seguridad. Tras revisar la unidad de la empresa Global Gas, número económico 113-3, determinaron que no se trataba de una fuga de combustible, sino de una falla mecánica en el turbo del camión, lo que generó la nube blanca. Protección Civil de Miguel Hidalgo también confirmó que no existía riesgo para la población.
La reacción de pánico no fue gratuita: el recuerdo del estallido de una pipa en el Puente de La Concordia, que transportaba más de 49 mil litros de gas LP y dejó 31 muertos y decenas de heridos, sigue fresco en la memoria de la capital. Aquella tragedia marcó un antes y un después en la percepción de seguridad alrededor de estas unidades.
El episodio en Circuito Interior terminó sin heridos ni daños, pero expuso la fragilidad de la confianza ciudadana en el transporte de sustancias peligrosas. El simple rumor de una fuga fue suficiente para paralizar una vialidad estratégica y desatar la histeria colectiva. La pregunta que queda en el aire es inevitable: ¿cuánto tiempo pasará antes de que una nueva falla deje de ser solo un susto?