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CDMX bajo el agua: las lluvias más intensas en 34 años ponen a prueba a Clara Brugada

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La madrugada del 27 de septiembre, la Ciudad de México vivió uno de los episodios de lluvia más intensos en más de tres décadas. Con 246 milímetros de precipitación acumulada —un 82% más del promedio histórico— las calles de Iztapalapa y Tláhuac se transformaron en canales improvisados, dejando a su paso casas anegadas, familias desplazadas y una estela de pérdidas materiales.

Clara Brugada Molina, jefa de Gobierno capitalina, dio a conocer en su conferencia “La Mañanera del pueblo” que el aguacero descargó 31 millones de metros cúbicos de agua, cifra no vista en 34 años. “Es la prueba más dura para nuestra infraestructura, pero también para la capacidad solidaria de la ciudad”, señaló la mandataria al rendir un balance de daños y acciones de apoyo.

El panorama fue crítico: 3 mil 521 viviendas reportaron afectaciones, algunas con niveles de agua superiores a 1.5 metros. Aun así, Brugada destacó la rápida movilización de 4 mil 500 servidores públicos y la retirada del 90% del líquido en menos de 24 horas. Una operación que buscó evitar que el desastre escalara a una crisis humanitaria.

Las autoridades anunciaron apoyos inmediatos: kits de limpieza, alimentos y la entrega directa de más de 100 millones de pesos a las familias damnificadas, recursos que comenzarán a distribuirse a partir del 1 de octubre. Además, entrará en funcionamiento un seguro contratado previamente para enfrentar este tipo de emergencias.

La mandataria recordó que actualmente se ejecutan 50 obras hidráulicas con una inversión de 4 mil 364 millones de pesos, aunque reconoció que la zona oriente presenta hundimientos del subsuelo que superan la capacidad de las redes existentes.

Con un llamado a la unidad, Brugada agradeció la labor de las alcaldesas Aleida Alavez y Berenice Hernández, así como la coordinación con los tres niveles de gobierno. “No están solos, no están solas. Nadie quedará fuera de los apoyos”, afirmó.

Las lluvias dejaron al descubierto una realidad incómoda: la capital enfrenta fenómenos cada vez más extremos en un sistema urbano que se hunde y colapsa con mayor facilidad. El reto, más allá de la emergencia inmediata, será repensar la ciudad para que cada tormenta no se convierta en tragedia.

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