La tragedia en el Puente de la Concordia sigue revelando piezas de su rompecabezas. La fiscal general de Justicia de la Ciudad de México, Bertha Alcalde, presentó este miércoles nuevos detalles de la investigación sobre la explosión de la pipa de gas LP que dejó más de veinte muertos y decenas de heridos en Iztapalapa.
El recorrido del vehículo comenzó en Tuxpan, Veracruz, donde cargó combustible con destino a una gasera en Tláhuac. Sin embargo, al tomar la autopista México-Texcoco y dirigirse hacia la México-Puebla, la historia cambió de rumbo. En esa conexión, marcada por una curva pronunciada y con pendiente ascendente, la unidad circulaba a exceso de velocidad, lo que terminó siendo un punto crítico en la tragedia.
De acuerdo con el parte oficial, la pipa perdió el control y chocó primero contra un muro de contención exterior. Después giró bruscamente, golpeó otro muro interior y terminó volcada. Fue entonces cuando el contenedor recibió un impacto en la parte frontal izquierda, lo que provocó una fractura de unos 40 centímetros. Por esa abertura comenzó a escapar el gas que, segundos después, transformó el lugar en un infierno.
La investigación sostiene que la ruptura pudo deberse al choque con alguna parte del propio camión o fragmentos del muro. El gas se expandió rápidamente en un área de 180 metros y, en cuestión de instantes, una chispa fue suficiente para desencadenar la explosión.
Este episodio no solo exhibe la fragilidad de las medidas de seguridad en el transporte de combustibles, también abre la discusión sobre la falta de controles y la responsabilidad compartida entre autoridades y empresas. Porque más allá de la curva peligrosa y la imprudencia del conductor, lo que se fracturó ese día fue la confianza de cientos de familias en la seguridad de sus propias calles.