Un reciente análisis sanitario encendió las alertas en distintos puntos del litoral mexicano. De acuerdo con reportes técnicos estatales, seis playas del país superaron el límite de 200 enterococos por cada 100 mililitros de agua, parámetro fijado por la Organización Mundial de la Salud para considerar un sitio apto para actividades recreativas. El escenario más delicado se concentra en la frontera norte.
El caso extremo se registró en Playa Blanca, en Tijuana, donde las mediciones alcanzaron 6,681 NMP/100 mL, una cifra que rebasa por amplio margen lo permitido. En esa misma franja costera, Baja Malibú y San Antonio del Mar también mostraron niveles elevados. A esta lista se suman Playa El Veneno, en Guaymas; José Martí, en el puerto de Veracruz; Mismaloya, en Puerto Vallarta; San Francisco, nuevamente en Guaymas; y Barra del Tordo Norte, en Tamaulipas, que rebasó la norma por un margen mínimo.
El contraste es notable. La gran mayoría de los destinos turísticos del país reportaron condiciones óptimas, con niveles casi nulos de contaminación. Playas emblemáticas como Delfines, en Cancún; Chileno, en Los Cabos; Zicatela, en Oaxaca; Tecolutla, en Veracruz; y Nuevo Nayarit, en Bahía de Banderas, se ubicaron en rangos considerados de excelencia sanitaria.
Uno de los avances más significativos se observó en Acapulco. Zonas que durante años enfrentaron problemas recurrentes lograron aprobar las pruebas bacteriológicas, reduciendo de 16 a solo seis el número de playas no aptas a nivel nacional.
La presencia de enterococos es un indicador clave de descargas de aguas residuales y representa un riesgo para la salud, principalmente por infecciones gastrointestinales. Más allá de las cifras, los resultados evidencian una realidad desigual: mientras algunas regiones avanzan en saneamiento, otras siguen mostrando rezagos que obligan a replantear la gestión ambiental de las costas mexicanas.
