El video de un pequeño Pomerania pintado de amarillo, con chapas rojas y orejas negras para simular a Pikachu, se volvió viral en redes sociales y desató una discusión amplia sobre los límites entre la creatividad y el maltrato animal. En las imágenes se observa al can, de talla diminuta, en brazos de su dueño con un pelaje teñido en al menos tres colores para asemejar al personaje de Pokémon, lo que provocó preocupación entre usuarios por los posibles daños derivados del uso de tintes.
Los comentarios en redes reflejaron la polarización: mientras algunos celebraron el ingenio del disfraz, otros cuestionaron directamente la salud del animal. Varios internautas reclamaron que este tipo de prácticas podría constituir maltrato, insistiendo en que incluso los colorantes comestibles pueden resultar dañinos para la piel o el sistema respiratorio de los perros. Otros dudaron de la veracidad del video y sugirieron que podría tratarse de una pieza generada con inteligencia artificial, aunque predominó la percepción de que el material era auténtico.
Horas después, usuarios identificaron al protagonista: ZAZA, un perro viajero que reside en Miami y que, según diversas cuentas de redes sociales, acostumbra aparecer con estilos y colores extravagantes en diferentes ciudades del mundo. Su presencia constante en plataformas digitales lo ha convertido en una pequeña celebridad canina, y sus recorridos, documentados desde hace años, muestran que su apariencia llamativa forma parte de una marca personal.
El episodio reavivó el debate sobre los límites del entretenimiento digital frente al bienestar animal. Aunque ZAZA tenga un historial de apariciones coloridas, la pregunta persiste: hasta dónde puede llegar la búsqueda de contenido viral sin poner en riesgo la integridad de los animales que aparecen en pantalla.
