Joaquín Guzmán López reconoció ante una corte federal en Chicago que secuestró a Ismael Zambada para entregarlo a autoridades estadounidenses. Su declaración judicial describe con detalle cómo se fraguó la traición, desde la citación a una supuesta reunión para resolver disputas internas hasta el operativo en el que un grupo armado irrumpió en una habitación preparada previamente para la captura. En los documentos, Zambada aparece identificado como el “Individuo A”, aunque los hechos coinciden con el relato que él mismo había hecho público en su momento.
Según Guzmán López, el traslado comenzó tras inmovilizar a Zambada y cubrirle el rostro. Ambos fueron llevados a una pista cercana, donde abordaron un avión privado. Antes del despegue, Guzmán López le entregó una bebida con un sedante y él mismo ingirió una pequeña dosis. El vuelo terminó con su detención en territorio estadounidense, donde quedaron bajo custodia en un aeropuerto local.
El hijo de “El Chapo” afirmó que actuó con la intención de obtener indulgencias para él y su hermano Ovidio, también en proceso penal por narcotráfico. Sin embargo, la propia declaración aclara que el gobierno estadounidense no autorizó ni avaló el secuestro, y que ninguna cooperación derivada de ese hecho será tomada en cuenta.
Aun así, los fiscales señalaron que la colaboración de Guzmán López en otros asuntos podría traducirse en una pena menor a la cadena perpetua. El acusado enfrenta cargos por tráfico de drogas y por dirigir una organización criminal, ambos con condenas mínimas elevadas. En paralelo, Zambada sigue su propio proceso judicial en Nueva York. Mientras avanzan ambos casos, el episodio exhibe las fracturas internas del crimen organizado y la forma en que buscan negociar con autoridades extranjeras en medio de sus pugnas.
