El presidente estadounidense Donald Trump lanzó un mensaje que encendió todas las alertas al afirmar que el espacio aéreo sobre Venezuela debía considerarse “completamente cerrado”. La advertencia, publicada en su red social, se dio mientras Washington mantiene un despliegue militar en el Caribe y el Pacífico bajo el argumento de combatir el narcotráfico. El anuncio tomó por sorpresa incluso a funcionarios de su propio gobierno, que aseguraron no conocer ninguna operación en marcha para imponer dicho cierre.
El gesto se produjo en medio de tensiones crecientes. Caracas retiró recientemente la licencia de operación a varias aerolíneas extranjeras, luego de que autoridades aeronáuticas de Estados Unidos recomendaron precaución por un aumento de actividad militar en la zona. Paralelamente, un análisis de Bloomberg reveló la presencia de una “pared” de interferencia electromagnética que obligó a desviar vuelos comerciales al afectar la navegación satelital.
La declaración de Trump desató condenas inmediatas. Irán calificó la postura como una amenaza inédita para la seguridad aérea internacional. Cuba la consideró un acto agresivo sin sustento legal fuera de las fronteras estadounidenses. Desde Colombia, el presidente Gustavo Petro cuestionó que un mandatario extranjero pudiera pretender cerrar un espacio aéreo soberano, advirtiendo que eso rompería los principios básicos del derecho internacional.
La tensión diplomática crece mientras el espacio aéreo venezolano se convierte en un escenario geopolítico sensible. La advertencia de Trump no sólo alimenta la incertidumbre regional, sino que abre un debate mayor: hasta dónde puede llegar la presión externa antes de cruzar los límites de la legalidad y la estabilidad continental.
