Descubren 11 rasgos comunes en las cepas mortíferas de coronavirus

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Viruses in infected organism, viral disease epidemic, virus abstract background. 3d rendering.

El SARS, el SARS-CoV-2 y el MERS son diferentes genéticamente, pero los unen varios tramos de sus genomas que les permiten ser más eficientes en la célula huésped.

Eugene Koonin, virólogo ruso que es investigador jefe del Centro Nacional de Información Biotecnológica de EE.UU, junto a un equipo de colaboradores han identificado 11 tramos en los genomas que tienen en común las tres variedades altamente patógenas de coronavirus y que los diferencian de otras 4 cepas no tan peligrosas para la vida humana.

Por medio de la inteligencia artificial (IA), compararon los dos virus responsables del SARS y del MERS con otros que circulan entre los humanos desde hace años, como cuatro tipos de coronavirus que “son endémicos, causan síntomas leves y son responsables del 15 al 29% de los resfríos comunes”, cuyos códigos en el lenguaje profesional son HCoV-HKU1, HCoV-NL63, HCoV-OC43 y HCoV-229E.

Los investigadores sabían que ambos SARS tienen una misma proteína receptora en su membrana, mientras que el MERS usa otra completamente diferente. Sin embargo, debería haber algunos rasgos comunes en los genomas o en las proteínas de los tres coronavirus mortíferos que los destaquen frente a aquellos de baja patogenicidad o no patógenos. Este fue el planteamiento del estudio, según lo explica Koonin en una entrevista que concedió a un medio ruso especializado en materia genética.

Entre otras particularidades, las redes neuronales de IA utilizadas apuntaron a un cambio en la fosfoproteína ‘N’ que sujeta el material génico en el virus, su ácido ribonucleico (ARN). Además, las tres cepas más patógenas emitían “señales mucho más intensas de la localización nuclear”, es decir de su capacidad de penetrar en el núcleo celular y salir del mismo. Debido a estas señales, las cepas peligrosas resultan más eficientes contra el núcleo de la célula infectada.

Los genetistas prestaron atención también a la glicoproteína de la ‘espiga’ del nuevo SARS-Cov-2, la cualle permite adaptarse mejor a cada nuevo huésped.

Hace unos meses Koonin y su equipo detectaron también entre distintos virus del papiloma humano las variedades cancerígenas y aquellas que no provocan cáncer. Y al mismo investigador se debe la secuenciación hace 30 años de los primeros genomas de varios coronavirus aislados de murciélagos y aves.

El nuevo estudio se encuentra en la base de datos de artículos prepublicados de Cold Spring Harbor Laboratory , una institución educacional y de investigación sin fines de lucro.

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